martes, 8 de febrero de 2011

Si lo erraba quedaba como un idiota

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Mientras cruzábamos el río en barco rumbo a Colonia me preguntaba por qué estaríamos volviendo a Uruguay para unas nuevas vacaciones de verano.

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Claro que la decisión había sido tomada antes, durante el año, y seguro que entre los motivos principales no hubo de estar el económico ya que los pecios están un poco más altos que en el 2010, pero la reflexión continuaba.

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Siempre pienso que la certeza de poder salir del país a dar una vuelta –que esto no es más que eso- está buena, es un “abrepuerta”, un camino nuevo que traerá alguna sorpresa, un cambio de perspectiva, una mirada diferente.

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Módico claro, pero apreciable.

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Con tal fundamento tenemos para empezar.

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El tránsito por el agua ha sido corto y rápido con asientos de primera e invitación de la casa –un cafecito cortado- para compensar la falta de lugar en los salones comunes que estaban repletos.

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También reparó la creciente preocupación que fuimos ganando en la autopista, desde la Ciudad de La Plata, por embotellamientos varios que nos demoraron casi hasta la llegada tarde; arribamos al embarcadero porteño cinco minutos antes de zarpar. Nos hicieron correr por los pasillos y mostradores de la Terminal asignándonos la torpe importancia de los retrasados subrayada con un contundente “los estábamos esperando”.

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Los documentos personales, los pasajes, los papeles del auto pasaron todos bien; no había mucho tiempo para encontrarles algún defecto.

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Ya en la ribera oriental –una hora real de viaje; una hora más tarde por el adelantamiento de temporada- vamos hacia el Este por alrededor de 250 km a curtir unos días el cabo de Polonio*.

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Es poco verosímil que a tan pocos cientos de kilómetros de importante capital sudamericana –me refiero a la uruguaya- exista este lugar recóndito, pura playa, con mero tendido eléctrico para el faro costero, sin trazado de calles, con mas habitantes en la lobería que en el poblado, una reserva natural nacional administrada como una oenegé.

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Pero es cierto.

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Se sigue entrando de manera comunitaria a bordo de viejos camiones areneros que cargan de cuatro a cinco decenas de personas; cuya mayoría se conforma pasando el día para volver al crepúsculo a los sitios turísticos cercanos.

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Nos hemos quedado, nosotros, unos días. Bien ahí.

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Impecable señal de celular, un par de almacenes con provisión y precios platenses -ordinarios-, amplitud para caminar por la playa y del espíritu para leer, contemplar y reposar.

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Una noche –aunque todavía de día- los comensales de al lado -en El Alero- discutían sobre el penal que conviritó Abreu en el Mundial de Sudáfrica y el de la voz más fuerte sentenciaba que “si lo hubiera errado, el DT hubiera quedado como un idiota”.

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De tal modo habría que señalar a Poloni a quien se le hundió el navío.

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Chau.

Banda Oriental, 16/01/11

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* Nombre derivado del apellido “Poloni” un capitán marino que no pudo sobrepasar su escarpa.

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Gustavo D. Hoyos Kilmot -----

h__opi@hotmail.com

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